domingo, 31 de marzo de 2013

Escribir para uno mismo.


Para mí, escribir siempre ha sido, más que una forma de desahogarme, una forma de vaciarme. Desde que recuerdo voy por la vida haciendo anotaciones por doquier. Algunas con más sentido que otras. Otras muchas completamente carentes de él, excepto para mí. Papelitos y hojas sueltos, libretas, tarjetas, documentos de Word, mails, posts, tuits... Todos me resultan una especie de sinónimo. El chiste es tener dónde vaciar eso que me sube desde la boca del estómago y llega hasta mis manos. Podría decir que, para mí, el papel y la pluma son como un pensadero. Si paso largas temporadas sin tocar un teclado o una pluma me entran unas cosquillas extrañas en el cuerpo. Siento que me asfixio de tanto que acumulo. Una urgencia que sólo se calma al ver letras. De ahí que para mí, llevar un diario sea un hecho natural, obligado. Ha habido épocas en las que registro todo detallada y rutinariamente. A diario. Otras en las que sólo hago anotaciones de vez en vez. Cuando entro en crisis o en éxtasis, sobre todo. Lo que es cierto es que cada vez son menos y menos legibles, porque cada vez uno más y más una letra con otra, como si las palabras enlazadas me dieran mayor tranquilidad. Quizás en el momento no lo vemos, pero pasado el tiempo, lo que escribimos adquiere tintes de distintos “yo” dejados por otro. Ese otro que alguna vez fuimos y que jamás volveremos a ser. Porque como lo dijo Virginia Woolf: "El diario es tan privado y tan instintivo que incluso permite que otro yo se desgaje del yo que escribe, que se separe y observe al primero cuando escribe. El yo que escribe es un yo extraño; a veces nada le induce a escribir".

miércoles, 6 de marzo de 2013

Dicen que...

Dicen que al mal tiempo buena cara, que después de la tormenta siempre llega la calma, pero que al fin y al cabo las cosas nunca cambian. Que todo lo que sube baja, pero que agua que pasa no mueve molinos. También dicen que todo el mundo merece una segunda oportunidad, pero que segundas partes nunca fueron buenas; que quien tiene boca se equivoca y que rectificar es de sabios. Que querer es poder y hace más quien quiere que quien puede, pero que quien todo lo quiere todo lo pierde, además que de donde no hay no se puede sacar. Que quien no arriesga no gana, que quien sigue la consigue. Que no hay más ciego que el que no quiere ver, que a palabras ciegas oídos sordos pero que a buen entendedor pocas palabras. Que la confianza da asco. Que ya se sabe que las apariencias engañan y que no es oro todo lo que reluce. Que quien avisa no es traidor, que si te he visto no me acuerdo y que más vale solo que mal acompañado. Dicen.